viernes, 19 de marzo de 2010

Catarsis

En un edificio de seis apartamentos, las acciones que suceden en el momento son las mismas. 

Nos quejamos igual. 

Después de todo… Somos humanos.


-¡Hasta aquí!- dijo la prostituta, cansada de los 8 hombres que había atendido aquella noche. Se limpió los labios expresamente para quitarse el asco del último beso etílico. Se tocó el sexo con la normalidad que implica la profesión y se dedicó a hacerlo vibrante de nuevo, hasta que llegara otro cliente.

-¡Me cansé!- expresó al mismo tiempo el novio, herido por los celos de la mujer que amó por tantas lunas. Y se fue así, sin más. Con el ego apabullado del dolor que causa la pérdida, sin saber si alegrarse o recrearse la mente con la fémina asqueada en aquel bar.

-¡Basta ya!- cantó la merenguera en una balada romántica. Estableció lazos de contingencia con seres desconocidos que la hicieran sentir bendecida por la naturaleza, por tener el potencial para cantar esos versos y, además, unos seguidores que admiraran cada frase pronunciada en ese ritmo, pegajoso y particular.

-¡No aguanto más!- se precipitó a decir la asalariada mejor pagada del lugar. Sí, ganaba, pero no vivía. Caminó por el sendero que llevan los viernes por la noche y, con unas copas demás, decidió que lo mejor era retribuirse a sí misma los momentos de gloria. Saboteó su presente con el olvido que produce el trasnocho. Ya mañana pensará en lo que sucedió. Espera que sin arrepentimientos.

-¡No más!- pronunció con impotencia profunda la mamá del bebé que no para de llorar, porque no tiene comida qué ingerir. Miles de preguntas vienen a la mente de quien parió al ser. Otras tantas excusas brotan de cualquier espacio invisible para defenderse del pequeño. Finalmente, consigue calmarlo. Pero solo de a ratos. Apenas la vida comienza para el chico que tiene pocos días respirando. El mundo egoísta y con miles de complejos sociales, apenas espera por ser descubierto.

-Me aburrí…- pensó el anciano, desde la mecedora. Con la mirada profunda y el rostro marchito por el sol, dijo adiós poco a poco. Se despidió de sus afectos más cercanos con un gesto que marcó definitivamente un antes y un después. Sonrió y pidió un cigarro… Que, en realidad, la familia prefirió cambiar por un abrazo. El que siempre guardan en la memoria y que vuelve a estar presente, a la distancia de un parpadeo.

3 comentarios:

Unknown dijo...

muy interezante marcy sigue asi

Anónimo dijo...

Eres buena en lo que haces.
Que disfrutas haciendo y creando.
Que más vale soñar…
sigue asi
deje comentarios en muy marcy
un beso no me e olvidado de seguir tus pasos

Anónimo dijo...

Me fascinan tus escrituras Marcy Excelentee realmente sin palabras, para definirlo intensas y reales