jueves, 22 de abril de 2010

La mujer que caminaba por encima de las nubes…

A los niños divertidos que se cruzaron hace poco en mi camino…
Y a los de siempre, que creen tanto como yo en los sueños





Había una mujer que caminaba por encima de las nubes. Cada vez que quería mirar hacia abajo, apartaba con su mano un poco de ese algodón del cielo. Con la otra, se sostenía fuerte y cerraba los ojos por dos segundos para poder ver todas esas cabecitas en actividad, sin vértigo.

La figura femenina jugaba a saltar de copo en copo, hundiéndose y levantándose con ayuda de su respiración ligera y su cuerpo espigado. En ese ir y venir, se encontró sola y con ganas de conversar. Intentó hablar con el viento.

-¡Holaaaaa!

Pero el viento no hacía más que soplar. El fenómeno natural quería interactuar con la chica, pero solo lograba despeinarla. El personaje decidió probar suerte con la lluvia, pero se dio cuenta de que no valía la pena, porque tendría que estar todo el día de cabeza, mojándose, para poder intercambiar palabra: el agua surgía a sus pies.


-Para sentirme cómoda y cumplir con las normas del buen hablante y el buen oyente tendría que estar debajo de las nubes- pensó.

Entonces vio cómo las nubes cargadas de agua evaporada comenzaron a llover sobre la ciudad. Las cabecitas que se veían desde arriba se dispersaron y, en ese instante, la mujer se sintió sola. Comenzó a recordar y descubrió que nunca había tenido amigos. Su historia, tan frágil como su contextura y deseos, la hizo descargarse como las nubes lo estaban haciendo al mismo tiempo. Fue cuando, en medio del desgaste, supo que quería tener la habilidad de soñar como todos los humanos que vivían en su nivel subterráneo. Y se dio cuenta que lo estaba haciendo.

La silueta deseó vivir en un mundo donde hubiera suelo, plantas y lluvia. Un mundo donde pudiera interactuar y comunicarse con personas que, como ella, tenían la necesidad de querer. Se dio cuenta de que el no soñar era solo un mito que se había impuesto a sí misma. Y descubrió también la capacidad de creer.

Fue entonces cuando, por arte de magia, pasó un vuelo de avión. Una nave que transporta personas de un lado al otro. Humanos que sueñan a diario con tocar las nubes y tener un pedacito en el regazo. Desde allí, un niño tocó con fuerza la ventanilla del aeroplano. Ella no se inmutó. La sorpresa de ver a otros de su especie la dejó sin aliento y con ganas de coger alguna nube que la protegiera.

Pero quienes soñaron alguna vez con sentir la brisa del viento desde el ala de un avión saben que es casi imposible lograrlo. Es solo un deseo absurdo. Un amor platónico a la naturaleza que se ve desde una perspectiva y no desde el nivel que quisiéramos. Es por eso que esa chica está ahí. Llorando porque sufre de soledad; queriendo, porque sabe que puede soñar; y permitiéndose alimentar un ego banal que todos los demás humanos complacerán fácilmente. Ella está ahí porque necesita hacernos saber que hay algo más que el cielo que se ve desde aquí abajo. Más grande que el universo blanco y cálido que se observa desde un avión. Hay una vida posible desde el mismísimo cielo donde las nubes nacen y los sueños existen.


Porque estar en el cielo me acordó lo bien que se siente nadar entre las nubes…

4 comentarios:

DINOBAT dijo...

Buen blog, estuve un rato leyendo...

E. Rigby dijo...

Marcyyyyy me gustó mucho tu cuento :). Me imaginé todos los dibujitos que podrían ir con él, jeje.

¡Un besote!

Anónimo dijo...

Me encantó, pero no me parece infantil. Adoré las metáforas de las que te vales y ese surrealismo constante en cada línea.

Vladimir Vera

Anónimo dijo...

Está muy lindo Marcy, de verdad que bello es soñar!!!te felicito por todo lo que estas haciendo éxitos....

Amparito