sábado, 10 de julio de 2010

Cordón Umbilical

En primavera no todos los arbustos florecen. Hay unos que esperan pacientemente el momento exacto para continuar el viaje y otros, anhelan la llegada de una próxima estación climática. En definitiva, diversidad. En otras palabras, mestizaje.

El cambio tiene olores, sabores nuevos, brisa distinta. Se avecinan tormentas, dijo el horóscopo. Lo cierto es que, sin temor a equivocarse, el tiempo predijo hace mucho lo que está sucediendo –y que nadie se detuvo a observar–: la perfección no existe. La promesa de seguir la línea que divide al cielo del suelo es tan delgada como sublime… Lo que la hace casi inalcanzable. Por algún lado hay flaquezas. En algún obstáculo, el humano más incorruptible se atreve a perder, se atreve a ir más allá de lo que la corriente decida que es para él.

Una actividad irreparable. Circunstancias inalienables. Un destino poco feliz y gran polémica alrededor, porque hay quienes se avocan a no dejar que se vea la realidad. Es triste que alguien a quien se quiere desde las entrañas haya crecido dentro de una caja intocable y que poco a poco se fue haciendo insostenible. El líquido que daba de respirar a la criatura se envenenó de alabanzas y talentos poco perdurables. El tamaño de ésta fue tal que, cuando tuvo que salir, las ganas de escapar fueron más grandes que el oxígeno.

Entre un ambiente y otro, el silencio. El momento que divide a un segundo del siguiente,  estrés. La detención de los instantes que están más presentes en la mente son aquellos que más efímeros se hacen. La hermandad se aprovecha en el momento que surja, luego puede ser demasiado tarde; y la permanencia del ser en el tiempo y en el espacio que habita en un momento, es tan mentira como cuando el que sueña abre los ojos y se da cuenta de que la realidad es ésta, no el sueño.

Las transiciones saben a incertidumbre y, a veces, a tristeza. Son momentos de decepción que te obligan a detenerte en una doble vía, en la que se tiene que decidir la nueva dirección del camino y que se vislumbraba hacía tiempo. El problema es que, para decidirlo, hay que crecer. Porque la decisión en un principio parece más alta, requiere conocimiento y toma conciencia de la acción, con mayor entendimiento de sus consecuencias.

Entonces, ¿fue bueno salir de la caja envenenada? ¿Es bueno creer más en las ganas que en el líquido amniótico?

Solo el tiempo, que ya lo tiene escrito, nos lo hará saber… Y, como siempre, tendrá la razón.

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