viernes, 5 de noviembre de 2010

TTC

En mi nueva casa miro al techo y sonrío de amarillo. A los lados de azul y, si la bordeo, de concreto. Soto va y viene, como un buen amigo que no se ve, pero que está a través de su movimiento y sonoridad. Cuando voy a los libros, siempre me sorprende. En la cronología que  estoy armando, está presente en la ficha técnica, como escenógrafo de los espectáculos a los que me hubiera gustado asistir. Y es ahí cuando quiero devolver el tiempo, para observar cómo hacía sus penetrables, en el mismo lugar donde recientemente se montó el barrio de Cats, con su guitarra al lado.

Todas esas imágenes transcurren en los mismos segundos en los que veo jardines, cubos de vidrio en formas asimétricas, bustos de gente importante y sobretodo magia, mucha magia.

En el Teatro Teresa Carreño convivimos estudiantes de letras que corrigen los modismos que Teresa Carreño utilizaba en sus cartas; estudiantes de arte que lidian con la ahora casi inexistente cartelera de funciones; y entre otros yo, que hago mi tesis sobre danza contemporánea, para aprobar con la máxima calificación el último trabajo que entregaré en el pregrado de Comunicación Social.

En mi nueva casa se metió la política, el abandono y el chisme. Mucho antes de que el destino decidiera que mis tardes iban a estar ahí. Pero también hay rincones hermosos en los que el arte aún es el protagonista. Escenarios, producción, especialistas en utilería, historia, música, patas de escenario y cuentas de pasos.

El Teatro Teresa Carreño suena imponente… Y lo es. En medio de las investigaciones, no deja de estar presente un clarinete afinándose, una trompeta en si bemol y una mezcla de todos esos sonidos, bajo la dirección de la lluvia que siempre cae empezando la tarde.

En ese lugar, que frecuentemente se tiñe de rojo, se están construyendo alternativas para que la gente se parezca más a Soto, que siempre está en movimiento. Las situaciones importan, pero no pueden echar de lado el talento, ni las ganas de seguir. En la descripción del perfil que tengo en este blog, dice que mi lema es “sí se puede”. En el arte, las crisis son muchas en una sola. Factores que, desglosados, también incluyen la falta de magia que el venezolano tiene en la mirada. Esa “basurita” que hace que las cosas se vean con un tinte mucho menos saturado y más natural. El positivo de ese negativo está en las soluciones que se plantean: La historia no miente. Habla con fechas, precisión y mucha objetividad. Poco a poco les explicaré que mi alternativa para la crisis de la danza contemporánea en Venezuela, es la improvisación. Y eso es algo que no se improvisa.


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