domingo, 25 de marzo de 2012

Soñando con los dedos puestos en las teclas

Son las 8:57 am y el condenado pito del celular no se espera ni un segundo. “tu tu tu tu tu” me despierto enseguida. Prendo la radio y busco la 90.3 FM, mientras me quito las lagañas del ojo. Suena una música estridente y el señor dentro del aparato sonoro dice: “Cinco minutos espectaculares, con Rocío Higuera”. La chica habla de moda, salud, gastronomía, cine, teatro, danza y otras actividades. Al final escucho mi nombre y apruebo con la cabeza. Eso quiere decir que mi guión salió bien. A las 9:10 am ya estoy sentada frente a la computadora.
A esa hora el Blackberry tiene por lo menos una llamada perdida, mensajes de texto, conversaciones de Messenger sin leer y correos nuevos. Eso sin contar el Whatsapp, los tweets y las notificaciones de Facebook que también tengo activas en el teléfono, mi oficina andante. Sin embargo, aún siento que todavía es de madrugada. “¡Cinco minutos más!” me dice el subconsciente. Pero no siempre uno puede hacerle caso.
Sí, pareciera una rutina eso de prender la radio e ir a la computadora ipso facto. Pero no. Esa llamada perdida era del organizador de #RockAndMAU, un concierto que estoy produciendo y que integra la música de raíz tradicional venezolana con las propuestas rock de moda en Caracas y que tuvo tanto éxito en sus dos primeras ediciones que hoy entramos a grabar un CD; los mensajes de texto son para pedirme entrevistas con Tania Sarabia, la famosa actriz de televisión que mañana estrena un nuevo monólogo en las tablas; uno de los pines es de un alumno de Periodismo III haciéndome una consulta, porque hace dos semanas comencé como Auxiliar Docente en la Universidad Católica Andrés Bello; y en Whatsapp mi jefa de VayaAlTeatro.com me pide que escriba un texto sobre la historia del Teatro San Martín de Caracas. Mi día la van marcando esas solicitudes, sin contar que también tengo que escribir el guión de radio para la semana que viene, llevar los medios de otros artistas y cumplir con mis únicos dos horarios estrictos cada semana: inglés los martes y jueves y el diplomado Narrativas contemporáneas viernes y sábados.

La gente suele asustarse cuando lee la mitad de esto. “¿Cómo te da tiempo de todo?” me preguntan. Pero eso no es todo lo que hago. Mamá dice que todas las semanas tengo un trabajo nuevo. Y es verdad. Siempre estoy haciendo algo distinto desde dos años antes de graduarme de periodista, cuando hice mis pasantías en la fuente cultural de El Nacional.

También tengo pendiente escribir la crónica de Ricardo Berti, un señor que vive en Boconó –un pueblo nueve horas lejos de la capital– y que hace de su casa un salón de juegos para jóvenes y de denuncia para los problemas de la comunidad. El viaje lo hice junto con el equipo de la Revista Marcapasos a finales del año pasado, luego de haber hecho un taller de crónicas con Liza López. Resulta que varios nos aventuramos a retratar personajes de la costa en Choroní, antes de irnos a Boconó, y con nuestros escritos viajamos hasta los andes para concursar en una bienal de literatura. Y ganamos. ¡Nuestras Historias que laten en Choroní van a convertirse en libro a finales de año!

Qué emoción. La misma que siento cada vez que abro el archivo de mi tesis y logro editar datos para que también pueda publicarse. Hice un reportaje sobre la improvisación como alternativa para la crisis estructural de la danza en Venezuela, porque desde niña bailo y quería reflejar algo de lo que soy en mi proyecto más importante hasta ahora. Cuando la gente me pregunta qué bailo, me pasa lo mismo que cuando me toca responder qué hago: he bailado tap, danza contemporánea, flamenco, salsa… Y ahorita sigo con los ritmos latinos, aunque ya no pueda dedicarle tantas horas a la semana.

Me conecto con el baile desde la escritura de los textos que, para mí, siempre deben tener un ritmo, una musicalidad. También desde el diario 2001, la sección Teatro al día de VayaAlTeatro.com, las revistas Ojo y Estilo Baile, así como otros proyectos en los que trabajo desde el área de publicidad. Una vez Christian Valencia y Bill Gentile visitaron mi universidad para enseñarme que las historias brillan más dependiendo del ángulo desde el que se cuenten. Y yo quiero seguir aprendiendo cómo encontrar ese ángulo.

Minutos después de encender la computadora, mi día volvió a cambiar: uno de esos mails me invita a aplicar en un taller de la FNPI que va a dictar Leila Guerriero en México. A los 22 años uno asume cualquier reto. Y aquí estoy, sentada frente al monitor, tecleando. Hoy, en vez de “¡cinco minutos más!” me vino a la mente el tan rebelde: “¿Por qué no?”.

*Con este texto apliqué para hacer 
el Taller de Periodismo Narrativo
para la Información Cultural 
de la Fundación de Nuevo Periodismo Iberoamericano...
A ver si quedo.

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