domingo, 7 de septiembre de 2014

El hampa también roba la paz

Me pregunto si los ladrones de este país tienen reuniones de "pauta" sobre como amedrentar a sus presas. Qué decirles, cómo abordarlos. -Si le dices que quieres droga o que vienes de la cárcel, seguro te dan hasta el teléfono. Me los imagino.

Utilizar el espacio público como territorio imposible, como una plaza para leer, para compartir, para tomarle fotos al obelisco y convertirlo en cliché de Instagram. Todo imposible. El territorio de las marchas, de las doñas de El Cafetal, también está dominado por el miedo.

Estaba en uno de los últimos bancos de la Plaza Francia leyendo mientras esperaba a alguien, cerca de donde podaban las matas. Dos jóvenes de muy mal aspecto me sorprenden por detrás y me dicen:

-Buenas tardes, chama. Vengo a que me des un billete, un billete fuerte. Mira que acabamos de salir de Yare. Y se pone la mano en la pretina del blue jean sucio. Y recordé que la primera vez que me robaron, saliendo de clases de inglés en Chacaíto, el tipo que se puso la mano ahí sacó un cuchillo y me apuntó. El compañero se había sentado en el banco de la lado. Estaba rodeada.

 -Claro, le dije. Y con toda la naturalidad que pude saqué mi cartera. Le di un billete de 50 bolívares (para mi desgracia había acabado de sacar del cajero y no tenía sencillo) y el otro tipo dijo: "Pero entonces dame 50 a mí también".

Se fueron y recordé que el miedo que sentí fue el mismo de cuando me robaron el teléfono hace unos meses. Cuando me di cuenta, tenía la mirada encima de uno de los jardineros. No nos dijimos nada, pero lo sentí solidario y con mucha rabia a lo que acababa de pasar. Sacó su S4 para llamar a alguien. A los cinco minutos aparecieron en la plaza unos "Guardianes del Espacio Público" que se instalaron en dos de las esquinas. Intenté seguir leyendo, pero no le estaba prestando atención. Decidí refugiarme en la librería que está más abajo y sentarme a pensar que mi teléfono vale más que 100 bolívares y que llegar puntual a las citas no siempre es beneficioso.

Quise gritarle al mundo lo que me había pasado, la decepción que había sentido, pero no había nada "contundente" que ofrecer: escribo este status desde mi celular y "no me pasó nada gracias a Dios".

-Que Dios te bendiga- me dijeron.
-Que Dios los bendiga a ustedes también- respondí antes de que encendieran un porro, casi en mi cara, a las 2:00 pm.




 [Publicado en Facebook el 6 de septiembre de 2014] 


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