Caminé en línea recta a encontrarme con mi pasado. Obligada o no, era lo que mi destino me había retado a hacer hoy. Primero, me preparé con un día de soledad en el que ciertas distracciones elevaron mi sensibilidad, involuntariamente. Mala decisión. Luego, llegó el momento de ir hacia donde temía: el templo cultural. Para alargar el viaje, tomé el camino más largo. Cuando entré al gran salón, me esperaba una imponente estampa de bailarina retirada, que veía esperanzada a su descendencia. No tuvimos la oportunidad de cruzarnos. Me senté en una de tantas butacas vacías en las que, pensé, podía observar con más calma y menos prejuicio.
En ese momento pasó por mi mente toda una historia de años entregada al servicio de lo que ahí se exhibía; la oportunidad de estar al frente de un espejo que hoy reflejaba la sencillez del paso del tiempo, aunque para mí resultara algo demasiado complejo. Lo que ayer me era cotidiano, se convirtió en algo bastante repudiable y hasta extraño. Las palabras que acabaron con mi estadía en el lugar, supieron a mucha nostalgia. La que ya tenía contenida desde antes de llegar.
El pasado estaba frente a mí como una historia que no se detuvo, como hubiera deseado. Paralelamente fue retándose a sí misma en su afán de perdurar en el tiempo y hacer crecer los sentimientos de muchas que, como yo, soñaron alguna vez permanecer en ese “ahí” y “ahora”.
Siempre firmé con mi letra cada cosa que hice, sin importar la edad. Eso me recuerda que hay quienes nunca pudieron mostrarse tal como son delante de quienes rigen su vida en todo momento. Y continúan haciéndolo, a pesar del reloj.
Hoy aprendí que mi destino no está en el lugar donde dejé a mi pasado. Y que son una parte muy importante de mi vida que solo huele a polvo, a recuerdo, a lágrima latente, sin ganas de volver. Sin embargo agradecida estoy de quienes son por haberla influido. Gracias por ser la inspiración de estas palabras, por provocarme aún sentimientos que intento describir con letras que quisiera expresar con la oralidad.
Me despido con un diálogo que me hizo entender en qué capítulo de la historia estoy parada y al lado de quiénes:
–Sentí una sensibilidad extraña. Creo que mi destino no es estar ahí…
–Sí, yo a veces siento eso también!
PAZ, lectores.-
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