I
La señora Olga vivió más de 40 años en un barrio de Ruiz Pineda y
llegó a una casa hogar de Vista Alegre luego de varias fugas de otros centros
en donde la tildaron de demencia senil precoz y bipolaridad. Cuando la conocí
me dijo que quería votar, pero que su hija no quería darle la cédula laminada
porque ella apoya a Maduro y no quería que Henrique Capriles sacara un voto que
marcara la diferencia.
Ese viernes la monté en el carro
de un amigo e inmediatamente la llevamos a un operativo de cedulación. Nos cantó
un bolero que desconocemos, pero que a ella le gusta mucho. Nos hizo un poema
con su letra de garabatos, víctima de los huecos de las calles de Caracas.
El domingo, a eso de las 9:30 am,
estábamos de vuelta en la nueva casa-hogar. La señora Olga nos esperaba con su
traje de domingo, unos libros y cuadernos en la mano y una cartera grande. Su cédula
la llevaba en el pecho y nos la mostró como Gledys Ibarra cuando habló en el
acto de los Artistas con Capriles. Pero esta vez ella vociferaba y lloraba. Quería
votar. Y la hija había llamado para que, bajo ningún concepto, la dejaran
salir.
En ese momento, mientras las
enfermeras decían que la custodia la tenía su hija María Isabel, esta señora
hacía una interesante reflexión: sus hijos son cuatro y los cuatro merecían autorizarla.
Entonces llamamos a Javier y nos dijo que no solo la lleváramos, sino que además
él nos esperaba en el centro, porque era testigo de la mesa donde votaba Olga.
Antes de bajarnos del carro, nos
agarramos de los hombros y abrió uno de los libros que llevaba en la mano. Era La
Biblia, marcada en varias páginas con anotaciones que quería leernos. Oramos y
cambió citas con el nombre de su candidato. Su dedo meñique finalmente
combinaba con el resto de sus uñas moradas, que pintó especialmente para este
domingo de triunfo. Misión cumplida.
II
A Tamara la operaron de un tumor cerebral hace ocho años y desde
entonces no vota, pues su hermana Ana Corina no tiene cómo trasladarla desde
Vista Alegre hasta Caricuao. En la silla de ruedas pareciera imposibilitada
para discernir, pero a pesar de que no puede hablar, sus manos se mueven y su
mirada apunta las injusticias. No votar era una de ellas hasta el día de ayer.
III
El señor Simeón tiene algún problema motor que le impide alejar los
brazos del torso y su cédula tiene una sentencia: imposibilitado para firmar. Su
familia vive en Trujillo y él vive en Vista Alegre, pero vota en el Sector 3
del barrio La Bombilla, en Petare. Sus piernas se mueven descalzas para dirigir
la silla de ruedas que lo mantiene erguido. Pero, a pesar de que quiere un país
mejor, no confió en la legalidad del proceso con un acompañante desconocido. Las
denuncias electorales lo han hecho dudar. Prefirió, respetuosamente, no
hacerlo. Este gobierno le ha enseñado que es mejor evitar las imprudencias.
IV
Edgar no votaba desde el chiripero. Esa fue la elección que ganó su
candidato, Rafael Caldera, en 1993. Con miedo entró a la oficina donde
anotaríamos sus datos para llevarlo al centro. Nos dijo que iba a votar por su “pana
Capriles” y que, por favor, lo ayudáramos a lograrlo. Su silla de ruedas se
montaba en el carro mientras otro le mostraba la copia del tarjetón. Cuando le
dijimos que solo tenía que presionar un rostro, hizo la mímica y la ilusión del
“abajo y a la izquierda” se leyó en sus ojos. No fue un voto perdido.
V
Justo le hace honor a su nombre. Vive en un hogar de San Martín
junto con 75 abuelos más. No le hace mucha gracia que la mayoría tenga
cualquier tipo de discapacidad (la mayoría senil) y él esté en pleno uso de sus
facultades. Pero tiene miedo de reclamarlo en voz alta, porque dice que luego
pueden arremeter contra él colocándole una dosis errada en las pastillas que
toma “y quién sabe”. Vota a menos de diez cuadras de ese lugar, pero alguien se
prestó para llevarlo en carro esta vez. Las uñas de dos de sus dedos son tan
largas que lo más probable es que toque algún instrumento de cuerdas. La tinta
solo alcanzó a darle en la yema del meñique y eso que metió el dedo hasta el
fondo del frasco.
VI
Los otros, un equipo. Vicente, Antonio y Agustín votaron gracias a
que Oriana, Mariana y William los llevaron a su centro, pese a que quedaba a
menos de dos cuadras del ancianato en donde viven. Manuel se montó en el carro
de Mayte, quien acaba de llegar de Estados Unidos con muchas ganas de hacer país
con todo lo que aprendió allá. Trino fue hasta Guarenas gracias a la
solidaridad de Nancy y Estefanía, quienes se ofrecieron a ayudar a montar gente
en el autobús del progreso. La sonrisa de Lilver y su experiencia de
sensibilidad en los hospitales, hicieron que pudiera movilizar a dos abuelitos
desde San Martín y hasta Chacao. Aquiles, con su camisa elegante y su enfermera
privada, se fueron con Federico hasta El Cafetal, para no perderse esta
oportunidad de cambiar el futuro de casi 30 millones de personas. Todos
importantísimos, dispuestos, unidos. Todos Venezuela. Antes del inicio de la “Operación
Avalancha” ya habíamos cumplido.
VII
“La ley respetando, la virtud y honor” cantaban afuera del
Instituto Pedagógico de Caracas mientras cerraban el centro electoral. Pedían pasar
a la auditoría una y otra vez. “Queremos entrar”, “Patria, patria, patria
querida” y otras consignas irónicas eran coreadas por un grupo de
aproximadamente 50 personas. Justamente el problema era ese: pensaban que no se
estaba respetando la ley, pero en verdad no conocían el procedimiento
electoral.
Uno de los guardias encargados
del orden, se colocó en una esquina en posición de oración. Acercarse fue un
acto de fe. El hombre estaba asustado por su esposa embarazada, quien lo
esperaba en La Vega en casa de sus suegros y de donde habían recibido un
informe de tiroteos esa noche. Ahí confesó que era pastor evangélico y empezó a
orar en voz alta para pedirle sabiduría al pueblo de Venezuela. Antes de dejar
pasar a los que estaban ahí en la calle implorando por seguridad, abrazó a los
que pudo y dijo en voz alta: “Quiero darles las gracias a ustedes, por su
compromiso, por su civismo, porque el cambio que queremos comienza por nuestro
propio comportamiento”. La gente aplaudió.
Valdés, un guardia moreno y con
dentadura perfecta, intentaba no prestarle demasiada atención a los vecinos. No
entendía por qué gritaban. Las mesas estaban cerrando y, según la normativa,
primero había que transmitir los votos al Consejo Nacional Electoral, escoger
por sorteo las mesas para auditar frente a los testigos y luego pasar a los
mirones. No sabían la diferencia entre ser Testigos de Mesa y atender el
llamado a “cuidar los votos”. Ahí supe que el mayor fraude lo cometemos
nosotros al no conocer nuestra propia ley.
VIII
Llegué a mi casa a las 10:00 pm de una jornada histórica. Mi
familia me abrazó y, en medio de su parquedad, se mostraron efusivos en un
abrazo de amor profundo por el país. Me sentí satisfecha. Por primera vez somos
una mitad compacta, real, específica. Por primera vez tenemos todos los votos
de la oposición en una sola tarjeta. Es también la primera vez que el candidato
opositor se consolida como un líder para una mitad del país. Es primera vez que
le hago caso a un político que me mueve y me retrata en sus palabras. Es la voz
que quiero escuchar detrás de un micrófono en Cadena Nacional. Creo en un
principio básico de alternabilidad. Se dice que hubo fraude, pero mi candidato
jamás utilizó esa palabra. El primer trimestre en Venezuela ha sido intenso,
accidentado, pero el más real de nuestra crisis. Y ahora es cuándo. Los
feriados, la ley seca, las devaluaciones, la escasez y el retraso en el
arranque de este año me han hecho rabiar profundamente, pero también me han
dado la oportunidad de sentir que no hay otro lugar del mundo en donde quisiera
estar. Este es mi país y lo pienso reconstruir. Nadie ha dicho que será fácil,
pero yo no se lo regalo a nadie para que lo erosione. Yo me quedo.
2 comentarios:
¡Feliz de haber participado y llevado a cabo esta iniciativa junto a todos los que aportaron su gran esfuerzo! Contenta de haber luchado por mi país, esta vez de de una manera diferente. Estas personas nos estaban esperando ansiosas para ejercer su derecho y ver sus caras de felicidad no tiene precio. Seguiré luchando junto a ellos las veces que hagan falta por mi querida Venezuela. ¡Ahora es cuando!
De verdad!!! Siento q te amo! Excelente
Yurima G, Vázquez O.
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