lunes, 15 de abril de 2013

Yo me quedo


I

La señora Olga vivió más de 40 años en un barrio de Ruiz Pineda y llegó a una casa hogar de Vista Alegre luego de varias fugas de otros centros en donde la tildaron de demencia senil precoz y bipolaridad. Cuando la conocí me dijo que quería votar, pero que su hija no quería darle la cédula laminada porque ella apoya a Maduro y no quería que Henrique Capriles sacara un voto que marcara la diferencia.

Ese viernes la monté en el carro de un amigo e inmediatamente la llevamos a un operativo de cedulación. Nos cantó un bolero que desconocemos, pero que a ella le gusta mucho. Nos hizo un poema con su letra de garabatos, víctima de los huecos de las calles de Caracas.

El domingo, a eso de las 9:30 am, estábamos de vuelta en la nueva casa-hogar. La señora Olga nos esperaba con su traje de domingo, unos libros y cuadernos en la mano y una cartera grande. Su cédula la llevaba en el pecho y nos la mostró como Gledys Ibarra cuando habló en el acto de los Artistas con Capriles. Pero esta vez ella vociferaba y lloraba. Quería votar. Y la hija había llamado para que, bajo ningún concepto, la dejaran salir.

En ese momento, mientras las enfermeras decían que la custodia la tenía su hija María Isabel, esta señora hacía una interesante reflexión: sus hijos son cuatro y los cuatro merecían autorizarla. Entonces llamamos a Javier y nos dijo que no solo la lleváramos, sino que además él nos esperaba en el centro, porque era testigo de la mesa donde votaba Olga.

Antes de bajarnos del carro, nos agarramos de los hombros y abrió uno de los libros que llevaba en la mano. Era La Biblia, marcada en varias páginas con anotaciones que quería leernos. Oramos y cambió citas con el nombre de su candidato. Su dedo meñique finalmente combinaba con el resto de sus uñas moradas, que pintó especialmente para este domingo de triunfo. Misión cumplida.


II

A Tamara la operaron de un tumor cerebral hace ocho años y desde entonces no vota, pues su hermana Ana Corina no tiene cómo trasladarla desde Vista Alegre hasta Caricuao. En la silla de ruedas pareciera imposibilitada para discernir, pero a pesar de que no puede hablar, sus manos se mueven y su mirada apunta las injusticias. No votar era una de ellas hasta el día de ayer.



III

El señor Simeón tiene algún problema motor que le impide alejar los brazos del torso y su cédula tiene una sentencia: imposibilitado para firmar. Su familia vive en Trujillo y él vive en Vista Alegre, pero vota en el Sector 3 del barrio La Bombilla, en Petare. Sus piernas se mueven descalzas para dirigir la silla de ruedas que lo mantiene erguido. Pero, a pesar de que quiere un país mejor, no confió en la legalidad del proceso con un acompañante desconocido. Las denuncias electorales lo han hecho dudar. Prefirió, respetuosamente, no hacerlo. Este gobierno le ha enseñado que es mejor evitar las imprudencias.

IV

Edgar no votaba desde el chiripero. Esa fue la elección que ganó su candidato, Rafael Caldera, en 1993. Con miedo entró a la oficina donde anotaríamos sus datos para llevarlo al centro. Nos dijo que iba a votar por su “pana Capriles” y que, por favor, lo ayudáramos a lograrlo. Su silla de ruedas se montaba en el carro mientras otro le mostraba la copia del tarjetón. Cuando le dijimos que solo tenía que presionar un rostro, hizo la mímica y la ilusión del “abajo y a la izquierda” se leyó en sus ojos. No fue un voto perdido.

V

Justo le hace honor a su nombre. Vive en un hogar de San Martín junto con 75 abuelos más. No le hace mucha gracia que la mayoría tenga cualquier tipo de discapacidad (la mayoría senil) y él esté en pleno uso de sus facultades. Pero tiene miedo de reclamarlo en voz alta, porque dice que luego pueden arremeter contra él colocándole una dosis errada en las pastillas que toma “y quién sabe”. Vota a menos de diez cuadras de ese lugar, pero alguien se prestó para llevarlo en carro esta vez. Las uñas de dos de sus dedos son tan largas que lo más probable es que toque algún instrumento de cuerdas. La tinta solo alcanzó a darle en la yema del meñique y eso que metió el dedo hasta el fondo del frasco.


VI

Los otros, un equipo. Vicente, Antonio y Agustín votaron gracias a que Oriana, Mariana y William los llevaron a su centro, pese a que quedaba a menos de dos cuadras del ancianato en donde viven. Manuel se montó en el carro de Mayte, quien acaba de llegar de Estados Unidos con muchas ganas de hacer país con todo lo que aprendió allá. Trino fue hasta Guarenas gracias a la solidaridad de Nancy y Estefanía, quienes se ofrecieron a ayudar a montar gente en el autobús del progreso. La sonrisa de Lilver y su experiencia de sensibilidad en los hospitales, hicieron que pudiera movilizar a dos abuelitos desde San Martín y hasta Chacao. Aquiles, con su camisa elegante y su enfermera privada, se fueron con Federico hasta El Cafetal, para no perderse esta oportunidad de cambiar el futuro de casi 30 millones de personas. Todos importantísimos, dispuestos, unidos. Todos Venezuela. Antes del inicio de la “Operación Avalancha” ya habíamos cumplido.


VII

“La ley respetando, la virtud y honor” cantaban afuera del Instituto Pedagógico de Caracas mientras cerraban el centro electoral. Pedían pasar a la auditoría una y otra vez. “Queremos entrar”, “Patria, patria, patria querida” y otras consignas irónicas eran coreadas por un grupo de aproximadamente 50 personas. Justamente el problema era ese: pensaban que no se estaba respetando la ley, pero en verdad no conocían el procedimiento electoral.

Uno de los guardias encargados del orden, se colocó en una esquina en posición de oración. Acercarse fue un acto de fe. El hombre estaba asustado por su esposa embarazada, quien lo esperaba en La Vega en casa de sus suegros y de donde habían recibido un informe de tiroteos esa noche. Ahí confesó que era pastor evangélico y empezó a orar en voz alta para pedirle sabiduría al pueblo de Venezuela. Antes de dejar pasar a los que estaban ahí en la calle implorando por seguridad, abrazó a los que pudo y dijo en voz alta: “Quiero darles las gracias a ustedes, por su compromiso, por su civismo, porque el cambio que queremos comienza por nuestro propio comportamiento”. La gente aplaudió.

Valdés, un guardia moreno y con dentadura perfecta, intentaba no prestarle demasiada atención a los vecinos. No entendía por qué gritaban. Las mesas estaban cerrando y, según la normativa, primero había que transmitir los votos al Consejo Nacional Electoral, escoger por sorteo las mesas para auditar frente a los testigos y luego pasar a los mirones. No sabían la diferencia entre ser Testigos de Mesa y atender el llamado a “cuidar los votos”. Ahí supe que el mayor fraude lo cometemos nosotros al no conocer nuestra propia ley.

VIII

Llegué a mi casa a las 10:00 pm de una jornada histórica. Mi familia me abrazó y, en medio de su parquedad, se mostraron efusivos en un abrazo de amor profundo por el país. Me sentí satisfecha. Por primera vez somos una mitad compacta, real, específica. Por primera vez tenemos todos los votos de la oposición en una sola tarjeta. Es también la primera vez que el candidato opositor se consolida como un líder para una mitad del país. Es primera vez que le hago caso a un político que me mueve y me retrata en sus palabras. Es la voz que quiero escuchar detrás de un micrófono en Cadena Nacional. Creo en un principio básico de alternabilidad. Se dice que hubo fraude, pero mi candidato jamás utilizó esa palabra. El primer trimestre en Venezuela ha sido intenso, accidentado, pero el más real de nuestra crisis. Y ahora es cuándo. Los feriados, la ley seca, las devaluaciones, la escasez y el retraso en el arranque de este año me han hecho rabiar profundamente, pero también me han dado la oportunidad de sentir que no hay otro lugar del mundo en donde quisiera estar. Este es mi país y lo pienso reconstruir. Nadie ha dicho que será fácil, pero yo no se lo regalo a nadie para que lo erosione. Yo me quedo.



2 comentarios:

Unknown dijo...

¡Feliz de haber participado y llevado a cabo esta iniciativa junto a todos los que aportaron su gran esfuerzo! Contenta de haber luchado por mi país, esta vez de de una manera diferente. Estas personas nos estaban esperando ansiosas para ejercer su derecho y ver sus caras de felicidad no tiene precio. Seguiré luchando junto a ellos las veces que hagan falta por mi querida Venezuela. ¡Ahora es cuando!

Anónimo dijo...

De verdad!!! Siento q te amo! Excelente

Yurima G, Vázquez O.