*Me invitaron al congreso "Yo quiero ser", organizado por los estudiantes de Comunicación Social de la UCAB para hablar de mi vida profesional y motivar a los muchachos a ser periodistas y gestores culturales. Esto fue lo que les leí
Cuando tenía 19 años estaba en
sexto semestre y sabía que quería ser periodista. Como pocos en mi salón, no
tenía dudas. Llegué a pensar que quizá audiovisuales, pero cuando entré en la
primera clase la descarté por completo. Casi la raspo, del desinterés que me
producía. Un día, mi amiga Vanessa
García –que quizá muchos ven ahora por Globovisión– me escribió por MSN
(¿se acuerdan?) que estaban buscando un pasante en El Nacional para el área de
cultura, que si quería ser yo la que tomara ese puesto.
Para ese momento era una muchacha
con formación en danza
contemporánea que bailaba
salsa en competencias, narraba cuentos en Plaza Mickey, y seguramente ocupaba mi tiempo
en muchas otras cosas que no puedo recordar. Tenía muy claro que quería
escribir, bailar y que me encantaba ir a conciertos y al teatro. Que siempre
iba, pero nunca pensé que todo eso se podía conjugar en un oficio sin límites
donde pudiera hacer todo lo que me gustaba y más.
Fui pasante en El Nacional por un año y medio.
Pero, a diferencia de la mayoría de los pasantes, mi primera publicación fue un texto que salió en
portada. Imagínense que su nombre en papel impreso sea lo primero que
lean los abuelitos que compraron el periódico ese día en el kiosco. Me
felicitaron más que en mi cumpleaños. Me llamaron mis tías, mi mamá me despertó
con lágrimas en los ojos y yo no entendía mucho cuáles eran las consecuencias
de lo que estaba haciendo. Sí, emocionaba, y mucho, pero solo había escrito
sobre un espectáculo de flamenco que, por suerte, había visto antes. Ahí
entendí que si escribía sobre lo que me gustaba, inevitablemente iba a quedar
bien, y que, aunque ya no tuviera tiempo para bailar, podía seguir del lado de
la danza, desde la escritura.
En uno de esos atardeceres,
mientras me hacía unas trencitas en Playa El Agua, recibo una llamada.
–Hola, es Jorgita Rodríguez, quiero que trabajes conmigo.
Jorgita es la productora de
teatro comercial más importante del país. Un día pensó en que un monólogo
escrito en clave de humor podía atraer a más gente a las salas de teatro y
llamó a Mimí Lazo
para que protagonizara el primero de sus experimentos. El resto es historia.
Yo estaba en Playa El Agua porque
se habían terminado mis pasantías y estaba en el dolor. Pero seguían saliendo
algunos textos en el periódico que había dejado listos y ahí estaba la reseña
de una obra que ella producía, en la que actuaban Gledys Ibarra y Rafael Romero. Al día siguiente
estábamos almorzando juntas en Caracas y comencé como jefe de prensa de sus espectáculos,
en VayaAlTeatro.com: escribía una nota de prensa con la información general de
la obra, la enviaba a mis contactos y luego tenía que manejar la agenda de
entrevistas de esos artistas y movilizarlos a las sedes de los periódicos y
revistas para poder promocionar la obra.
Desde la primera mañana, en la
que fuimos al Bloque Dearmas para hacer una rueda de prensa, entendí la palabra
clave en este negocio: contactos. Cuando entré en Escenas, que así se llamaba
el cuerpo de cultura de El Nacional, me regalaron una libreta azul para anotar
teléfonos que todavía conservo. Fui anotando nombre por nombre de cada persona
que me atendía en un evento, de cada actor que llamaba para consultarle algún
detalle, de todos los jefes de prensa que me enviaban información. La agenda se
fue llenando y esos fueron los primeros correos que envié. Con el pasar del
tiempo, me di cuenta que gracias a la libreta azul, yo tenía mi primer trabajo
como profesional, aunque todavía fuese estudiante. Trabajaba con Luis Chataing, Henrique
Lazo, Ruddy Rodríguez, Belén Marrero, Tania Sarabia, Cayito Aponte, El Profesor
Briceño, Álex Goncalves, Manuel Silva, José Rafael Guzmán, Led Varela y un
montón de artistas a los que seguramente han ido a ver en el teatro o escuchan
en la radio. Me empezaron a llamar de otras iniciativas culturales como Doctor Yaso, Ímpetu Producciones, el Teatro del Contrajuego y Skena,
Libros Lugar Común
y la Movida
Acústica Urbana. En el camino me di cuenta que, para muchos, este es un
pasatiempo que toman algunos periodistas para “matar tigres” y se olvidan de
que este lado corporativo del mundo necesita mucha disciplina y que la única
manera de hacer marca personal con tantos artistas es dedicándoles el 100%.
Pero para dar mi 100% necesitaba
involucrarme todavía más con lo que me gustaba, que no era solamente llamar a
contactos para pautar entrevistas. En 2011 se me ocurrió hacer la tesis en forma de
reportaje y, por supuesto, el tema central tenía que ser la danza. Llevaba un
par de años viendo los espectáculos y entrevistando a los bailarines de danza
contemporánea. Casi ninguno puede vivir de su arte porque, básicamente, esta
disciplina nunca ha sido prioridad en las gestiones culturales. En ninguna. Por
eso decidí darle visibilidad y aprender de su experiencia, de todo lo que improvisan
para poder vivir del movimiento a pesar del país, de la gente que no ve sus
espectáculos, de los gobiernos que no los apoyan. Luego de obtener 19 puntos,
me llamaron del Diario 2001 para que escribiera una columna semanal sobre los
espectáculos de danza que había en la ciudad. Y me quedó la idea de que
publicar ese reportaje como un libro podía valer la pena.
Ese mismo año se me ocurrió ir a
un concierto que se hizo un 26
de diciembre, cuando ya todos los teatros estaban de vacaciones. Fui
como espectadora y terminé ayudando a vender entradas, porque la cantidad de
gente era tal que desbordó el lugar. Rock & MAU se convirtió desde ese día
y por los siguientes cuatro años en el motor de mis emociones. Ese día los
músicos que se presentaron se dieron cuenta de lo que estaban generando: una
simbiosis inédita entre la música venezolana contemporánea y el rock/pop que
sonaba desde los noventa. Desde entonces trabajé con la Movida Acústica Urbana en lo que mejor sabía
hacer: coordinar su agenda e integrarme al equipo de producción. Soñamos con el
Teatro de Chacao y
llenamos dos funciones. Soñamos con el Teatro Teresa Carreño y la Sala Ríos Reyna
ovacionó de pie a todos los músicos. Soñamos con una gira e hicimos que unos patrocinantes
creyeran en el proyecto y viajaran con nosotros a tres ciudades de Venezuela.
Logramos 15 conciertos con boletería agotada en lugares gigantes, que la música
venezolana se escuchara cool y la pautaran en todos los medios de comunicación,
que el disco lo dieran en un local de hamburguesas, que el rock tuviera un poquito más
de identidad. Desde entonces, Los Amigos Invisibles tocan con cuatro, maraca y cajón en sus
espectáculos en vivo en Venezuela; La Vida Bohéme incluye mandolina y ritmos afro; desde entonces Desorden Público toca con
C4 Trío. Desde entonces hago gestión cultural y periodismo.
Insisto en 2011 porque el momento
más oscuro en la vida de un estudiante universitario es ese espacio que existe
entre la entrega de la tesis y la graduación. Es como estar en la puntica de un
barranco sin saber cuál atajo tomar, ni hacia dónde. Aunque toda la vida hayas
tenido la convicción de lo que querías ser cuando te hicieras grande, en este
momento, que lo enfrentas, no sabes qué responder.
Mi vinculación con la UCAB ha
sido fundamental porque, además de pertenecer a varios grupos durante la
carrera, Acianela
se convirtió desde el primer día de la mención en mi hada madrina. Desde
séptimo semestre fui preparadora de dos materias que ella dictaba hasta que me
gradué. El día del acto, Pedro
Navarro me hizo este regalo: preguntarme si quería dar formalmente una
de esas materias que ya me sabía de memoria. Así empecé de nuevo, cuando
todavía no se iba tanta gente, y uno tenía la oportunidad de prepararse muy
bien antes de asumir esa responsabilidad que era dar clases. Mi primer salón de
Periodismo I estaba
conformado por 30 chamos de mi edad: 25 repitientes y 5 regulares. Pero de eso
mejor hablamos otro día.
Acianela me mandó un correo, como
solía hacerlo, con datos sobre cosas que creía que podían interesarme. Un día,
abrí uno que decía: “Esta maestría luce interesante, hazla”. Y así lo hice.
Entré en un salón de la UCV a estudiar Gestión y Políticas Culturales y ahí encontré respuesta
a muchas cosas.
Estudiaba con gente mucho mayor
que yo, con mucha más experiencia en las instituciones culturales, con personas
que tenían ideologías diferentes a la mía, con una infraestructura en mal
estado, con suspensión de clases un día tras otro, pero con profesores que
daban una clase llena de conceptos aprendidos de memoria sobre los estudios
culturales y ahí entendí que la gestión no se trataba de organizar eventos o de
producir conciertos, sino de evaluar el estado de lo que tenemos y ponerlo al
servicio de la gente. De poner en práctica ideas que sirvan para mejorar la
calidad de la vida de los ciudadanos y hacer alianzas para llenar nuestras
ciudades de detalles que nos hagan sonreír.
Daba y recibía clases, coordinaba
los medios de los artistas con los que trabajaba, y trataba de sacar adelante
una gira de Rock & MAU con el resto del equipo. Una noche, cuando ya estaba
a punto de dormir, recibo un mensaje de Whatsapp: “Estoy buscando una Editora
de Contenidos para Hoy Qué
Hay y pienso que tú eres ideal”. Y me encantó la idea. Todos seguíamos
Hoy Qué Hay desde que Twitter se puso de moda y nos encantaba esa dinámica
novedosa de cartelera de eventos con página web. Era mi oportunidad de jugar a
ser la coordinadora de una mini redacción formada por estudiantes de
Comunicación Social. Era mi oportunidad de aprender a ser jefa de las dos áreas
de mi vida que había querido unir siempre, el periodismo y las ideas a favor de
la cultura.
En Hoy Qué Hay aprendí de estrategias
de redes sociales, a coordinar equipos y a generar contenido amable para la
ciudad a través de una página web. Trabajábamos desde una casita en Los Palos Grandes que
tenía un patio lindísimo para compartir. Ahí surgieron ideas de hacer
actividades solo para que nuestro propio círculo pudiera vivir de una manera
diferente su ciudad y, de a poco, transmitir la experiencia a otros grupos. Ahí
presentamos videos
que habíamos preparado como parte de las estrategias, regalamos entradas para
conciertos, organizamos fiestas con las marcas que nos apoyaban y siempre,
siempre, teníamos ganas de pasarla bien.
Pero había caído en el mal de los
ucevistas: terminé la maestría y no había hecho la tesis. Me fui de HoyQuéHay
con la excusa de empezarla, pero nunca encontré tema. Nada me motivaba, en la
maestría ya no había hadas madrinas y me volví a sentir como en décimo
semestre, sin saber para dónde agarrar.
Como no puedo perder tiempo casi
nunca, acepté una nueva llamada telefónica: la de Mafe que me decía que tomara su cargo como jefe de
medios en la coordinación general de Trasnocho Cultural. Y volví a hacer match
entre las dos áreas, porque iba a poder seguir con mi trabajo de coordinación
de medios, que a todas estas nunca había dejado, y además participar en las
reuniones de la gerencia para decidir temas importantes del primer centro
cultural de Caracas. Casi era el día de la danza y no se había organizado nada
al respecto. Decidí hacer un cineforo
con dos de las principales bailarinas del país y ahí recordé lo alejada que
había estado de mi proyecto inicial: publicar mi tesis de pregrado como un
libro y seguir mi tesis de postgrado. Pero no hice ninguna de las dos cosas.
Más bien agarré la maleta más grande que tenía y me fui mes y medio a Cartagena.
El Trasnocho era una oportunidad
increíble de hacer gestión por la ciudad, pero descubrí que yo también quería
hacer cosas por mí. Y, uno de los oficios que me ha acompañado en los últimos cuatro
años, silente, ha sido escribir sobre la gente de los pueblos de Choroní, Boconó y El Hatillo con la Revista Marcapasos, y formar parte del equipo de colaboradores de Prodavinci.com.
Describir a nuestro gentilicio desde la crónica cultural, en medio de la nube
política que nos abruma, me permitió ganarme un cupo en un taller con el Director Adjunto de El País de
España, en la Fundación de Nuevo Periodismo Gabriel García Márquez en
Cartagena de Indias. Y no había maestría que supliera la felicidad que sentí en
ese momento.
Hacer la maestría me hizo
entender que el periodismo es, sin duda, lo que más disfruto. Y que, aunque
todo lo que hago tiene que ver con la cultura, sin lo que aprendí en mi casa,
en la UCAB, no hubiera podido defenderme tan bien en cada uno de los retos que
he tenido. Porque lo valioso de haber estudiado Gestión y Políticas Culturales siendo
periodista, es entenderlas desde el negocio de la comunicación. Entonces ya lo
tenía clarísimo: mi tesis de postgrado iba a ser sobre una de las experiencias
que más me había gustado. Hice un estudio sobre el gusto musical del venezolano
y sobre esa mezcla de ideas y sabores Caribe, diseñé una política cultural que
nos puede ayudar a impulsar la industria discográfica independiente, la música
contemporánea venezolana, a disminuir la violencia y a aumentar los espacios de
conciliación. Es un sueño plasmado en papel que cualquiera de nosotros quisiera
ver materializado y para el que se necesita tiempo y recursos, pero nada más
importante que las ganas.
Ya han pasado seis años desde que
acepté la propuesta de Jorgita
y todavía pertenezco a VayaAlTeatro.com como asesora de sus proyectos
culturales. Sigo en la UCAB
y soy tutora de una tesis por primera vez. Sigo escribiendo en Prodavinci
porque me apasiona contar las historias de lo que nos sucede. Y sigo
insistiendo en mis proyectos personales porque publicar mi libro de danza es el más
grande proyecto de gestión que he emprendido y, al fin, verá luz este año. Por
último, sigo puliendo mi política
cultural para defenderla este viernes ante el jurado que me dirá que ya,
por fin, soy magister.
No tengo resultados certeros de
un proyecto de vida. Pero tengo a las dos mejores decisiones en un par de
pergaminos: el periodismo, que denuncia lo que pasa, y la gestión cultural, que
busca solucionar para que no nos pase más. Por eso, si estuviese estudiando
sexto semestre, escogería de nuevo las dos carreras que hoy me definen.
1 comentario:
Excelente amiga. Que hermosas reflexiones. Excelente!!!!
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