martes, 7 de junio de 2016

Yo quiero ser...

*Me invitaron al congreso "Yo quiero ser", organizado por los estudiantes de Comunicación Social de la UCAB para hablar de mi vida profesional y motivar a los muchachos a ser periodistas y gestores culturales. Esto fue lo que les leí




Cuando tenía 19 años estaba en sexto semestre y sabía que quería ser periodista. Como pocos en mi salón, no tenía dudas. Llegué a pensar que quizá audiovisuales, pero cuando entré en la primera clase la descarté por completo. Casi la raspo, del desinterés que me producía. Un día, mi amiga Vanessa García –que quizá muchos ven ahora por Globovisión– me escribió por MSN (¿se acuerdan?) que estaban buscando un pasante en El Nacional para el área de cultura, que si quería ser yo la que tomara ese puesto.

Para ese momento era una muchacha con formación en danza contemporánea que bailaba salsa en competencias, narraba cuentos en Plaza Mickey, y seguramente ocupaba mi tiempo en muchas otras cosas que no puedo recordar. Tenía muy claro que quería escribir, bailar y que me encantaba ir a conciertos y al teatro. Que siempre iba, pero nunca pensé que todo eso se podía conjugar en un oficio sin límites donde pudiera hacer todo lo que me gustaba y más.

Fui pasante en El Nacional por un año y medio. Pero, a diferencia de la mayoría de los pasantes, mi primera publicación fue un texto que salió en portada. Imagínense que su nombre en papel impreso sea lo primero que lean los abuelitos que compraron el periódico ese día en el kiosco. Me felicitaron más que en mi cumpleaños. Me llamaron mis tías, mi mamá me despertó con lágrimas en los ojos y yo no entendía mucho cuáles eran las consecuencias de lo que estaba haciendo. Sí, emocionaba, y mucho, pero solo había escrito sobre un espectáculo de flamenco que, por suerte, había visto antes. Ahí entendí que si escribía sobre lo que me gustaba, inevitablemente iba a quedar bien, y que, aunque ya no tuviera tiempo para bailar, podía seguir del lado de la danza, desde la escritura.

En uno de esos atardeceres, mientras me hacía unas trencitas en Playa El Agua, recibo una llamada.

–Hola, es Jorgita Rodríguez, quiero que trabajes conmigo.

Jorgita es la productora de teatro comercial más importante del país. Un día pensó en que un monólogo escrito en clave de humor podía atraer a más gente a las salas de teatro y llamó a Mimí Lazo para que protagonizara el primero de sus experimentos. El resto es historia.  

Yo estaba en Playa El Agua porque se habían terminado mis pasantías y estaba en el dolor. Pero seguían saliendo algunos textos en el periódico que había dejado listos y ahí estaba la reseña de una obra que ella producía, en la que actuaban Gledys Ibarra y Rafael Romero. Al día siguiente estábamos almorzando juntas en Caracas y comencé como jefe de prensa de sus espectáculos, en VayaAlTeatro.com: escribía una nota de prensa con la información general de la obra, la enviaba a mis contactos y luego tenía que manejar la agenda de entrevistas de esos artistas y movilizarlos a las sedes de los periódicos y revistas para poder promocionar la obra.

Desde la primera mañana, en la que fuimos al Bloque Dearmas para hacer una rueda de prensa, entendí la palabra clave en este negocio: contactos. Cuando entré en Escenas, que así se llamaba el cuerpo de cultura de El Nacional, me regalaron una libreta azul para anotar teléfonos que todavía conservo. Fui anotando nombre por nombre de cada persona que me atendía en un evento, de cada actor que llamaba para consultarle algún detalle, de todos los jefes de prensa que me enviaban información. La agenda se fue llenando y esos fueron los primeros correos que envié. Con el pasar del tiempo, me di cuenta que gracias a la libreta azul, yo tenía mi primer trabajo como profesional, aunque todavía fuese estudiante. Trabajaba con Luis Chataing, Henrique Lazo, Ruddy Rodríguez, Belén Marrero, Tania Sarabia, Cayito Aponte, El Profesor Briceño, Álex Goncalves, Manuel Silva, José Rafael Guzmán, Led Varela y un montón de artistas a los que seguramente han ido a ver en el teatro o escuchan en la radio. Me empezaron a llamar de otras iniciativas culturales como Doctor Yaso, Ímpetu Producciones, el Teatro del Contrajuego y Skena, Libros Lugar Común y la Movida Acústica Urbana. En el camino me di cuenta que, para muchos, este es un pasatiempo que toman algunos periodistas para “matar tigres” y se olvidan de que este lado corporativo del mundo necesita mucha disciplina y que la única manera de hacer marca personal con tantos artistas es dedicándoles el 100%.

Pero para dar mi 100% necesitaba involucrarme todavía más con lo que me gustaba, que no era solamente llamar a contactos para pautar entrevistas. En 2011 se me ocurrió hacer la tesis en forma de reportaje y, por supuesto, el tema central tenía que ser la danza. Llevaba un par de años viendo los espectáculos y entrevistando a los bailarines de danza contemporánea. Casi ninguno puede vivir de su arte porque, básicamente, esta disciplina nunca ha sido prioridad en las gestiones culturales. En ninguna. Por eso decidí darle visibilidad y aprender de su experiencia, de todo lo que improvisan para poder vivir del movimiento a pesar del país, de la gente que no ve sus espectáculos, de los gobiernos que no los apoyan. Luego de obtener 19 puntos, me llamaron del Diario 2001 para que escribiera una columna semanal sobre los espectáculos de danza que había en la ciudad. Y me quedó la idea de que publicar ese reportaje como un libro podía valer la pena.

Ese mismo año se me ocurrió ir a un concierto que se hizo un 26 de diciembre, cuando ya todos los teatros estaban de vacaciones. Fui como espectadora y terminé ayudando a vender entradas, porque la cantidad de gente era tal que desbordó el lugar. Rock & MAU se convirtió desde ese día y por los siguientes cuatro años en el motor de mis emociones. Ese día los músicos que se presentaron se dieron cuenta de lo que estaban generando: una simbiosis inédita entre la música venezolana contemporánea y el rock/pop que sonaba desde los noventa. Desde entonces trabajé con la Movida Acústica Urbana en lo que mejor sabía hacer: coordinar su agenda e integrarme al equipo de producción. Soñamos con el Teatro de Chacao y llenamos dos funciones. Soñamos con el Teatro Teresa Carreño y la Sala Ríos Reyna ovacionó de pie a todos los músicos. Soñamos con una gira e hicimos que unos patrocinantes creyeran en el proyecto y viajaran con nosotros a tres ciudades de Venezuela. Logramos 15 conciertos con boletería agotada en lugares gigantes, que la música venezolana se escuchara cool y la pautaran en todos los medios de comunicación, que el disco lo dieran en un local de hamburguesas, que el rock tuviera un poquito más de identidad. Desde entonces, Los Amigos Invisibles tocan con cuatro, maraca y cajón en sus espectáculos en vivo en Venezuela; La Vida Bohéme incluye mandolina y ritmos afro; desde entonces Desorden Público toca con C4 Trío. Desde entonces hago gestión cultural y periodismo.

Insisto en 2011 porque el momento más oscuro en la vida de un estudiante universitario es ese espacio que existe entre la entrega de la tesis y la graduación. Es como estar en la puntica de un barranco sin saber cuál atajo tomar, ni hacia dónde. Aunque toda la vida hayas tenido la convicción de lo que querías ser cuando te hicieras grande, en este momento, que lo enfrentas, no sabes qué responder.

Mi vinculación con la UCAB ha sido fundamental porque, además de pertenecer a varios grupos durante la carrera, Acianela se convirtió desde el primer día de la mención en mi hada madrina. Desde séptimo semestre fui preparadora de dos materias que ella dictaba hasta que me gradué. El día del acto, Pedro Navarro me hizo este regalo: preguntarme si quería dar formalmente una de esas materias que ya me sabía de memoria. Así empecé de nuevo, cuando todavía no se iba tanta gente, y uno tenía la oportunidad de prepararse muy bien antes de asumir esa responsabilidad que era dar clases. Mi primer salón de Periodismo I estaba conformado por 30 chamos de mi edad: 25 repitientes y 5 regulares. Pero de eso mejor hablamos otro día.

Acianela me mandó un correo, como solía hacerlo, con datos sobre cosas que creía que podían interesarme. Un día, abrí uno que decía: “Esta maestría luce interesante, hazla”. Y así lo hice. Entré en un salón de la UCV a estudiar Gestión y Políticas Culturales y ahí encontré respuesta a muchas cosas.

Estudiaba con gente mucho mayor que yo, con mucha más experiencia en las instituciones culturales, con personas que tenían ideologías diferentes a la mía, con una infraestructura en mal estado, con suspensión de clases un día tras otro, pero con profesores que daban una clase llena de conceptos aprendidos de memoria sobre los estudios culturales y ahí entendí que la gestión no se trataba de organizar eventos o de producir conciertos, sino de evaluar el estado de lo que tenemos y ponerlo al servicio de la gente. De poner en práctica ideas que sirvan para mejorar la calidad de la vida de los ciudadanos y hacer alianzas para llenar nuestras ciudades de detalles que nos hagan sonreír.

Daba y recibía clases, coordinaba los medios de los artistas con los que trabajaba, y trataba de sacar adelante una gira de Rock & MAU con el resto del equipo. Una noche, cuando ya estaba a punto de dormir, recibo un mensaje de Whatsapp: “Estoy buscando una Editora de Contenidos para Hoy Qué Hay y pienso que tú eres ideal”. Y me encantó la idea. Todos seguíamos Hoy Qué Hay desde que Twitter se puso de moda y nos encantaba esa dinámica novedosa de cartelera de eventos con página web. Era mi oportunidad de jugar a ser la coordinadora de una mini redacción formada por estudiantes de Comunicación Social. Era mi oportunidad de aprender a ser jefa de las dos áreas de mi vida que había querido unir siempre, el periodismo y las ideas a favor de la cultura.

En Hoy Qué Hay aprendí de estrategias de redes sociales, a coordinar equipos y a generar contenido amable para la ciudad a través de una página web. Trabajábamos desde una casita en Los Palos Grandes que tenía un patio lindísimo para compartir. Ahí surgieron ideas de hacer actividades solo para que nuestro propio círculo pudiera vivir de una manera diferente su ciudad y, de a poco, transmitir la experiencia a otros grupos. Ahí presentamos videos que habíamos preparado como parte de las estrategias, regalamos entradas para conciertos, organizamos fiestas con las marcas que nos apoyaban y siempre, siempre, teníamos ganas de pasarla bien.

Pero había caído en el mal de los ucevistas: terminé la maestría y no había hecho la tesis. Me fui de HoyQuéHay con la excusa de empezarla, pero nunca encontré tema. Nada me motivaba, en la maestría ya no había hadas madrinas y me volví a sentir como en décimo semestre, sin saber para dónde agarrar.

Como no puedo perder tiempo casi nunca, acepté una nueva llamada telefónica: la de Mafe que me decía que tomara su cargo como jefe de medios en la coordinación general de Trasnocho Cultural. Y volví a hacer match entre las dos áreas, porque iba a poder seguir con mi trabajo de coordinación de medios, que a todas estas nunca había dejado, y además participar en las reuniones de la gerencia para decidir temas importantes del primer centro cultural de Caracas. Casi era el día de la danza y no se había organizado nada al respecto. Decidí hacer un cineforo con dos de las principales bailarinas del país y ahí recordé lo alejada que había estado de mi proyecto inicial: publicar mi tesis de pregrado como un libro y seguir mi tesis de postgrado. Pero no hice ninguna de las dos cosas. Más bien agarré la maleta más grande que tenía y me fui mes y medio a Cartagena.

El Trasnocho era una oportunidad increíble de hacer gestión por la ciudad, pero descubrí que yo también quería hacer cosas por mí. Y, uno de los oficios que me ha acompañado en los últimos cuatro años, silente, ha sido escribir sobre la gente de los pueblos de Choroní, Boconó y El Hatillo con la Revista Marcapasos, y formar parte del equipo de colaboradores de Prodavinci.com. Describir a nuestro gentilicio desde la crónica cultural, en medio de la nube política que nos abruma, me permitió ganarme un cupo en un taller con el Director Adjunto de El País de España, en la Fundación de Nuevo Periodismo Gabriel García Márquez en Cartagena de Indias. Y no había maestría que supliera la felicidad que sentí en ese momento.

Hacer la maestría me hizo entender que el periodismo es, sin duda, lo que más disfruto. Y que, aunque todo lo que hago tiene que ver con la cultura, sin lo que aprendí en mi casa, en la UCAB, no hubiera podido defenderme tan bien en cada uno de los retos que he tenido. Porque lo valioso de haber estudiado Gestión y Políticas Culturales siendo periodista, es entenderlas desde el negocio de la comunicación. Entonces ya lo tenía clarísimo: mi tesis de postgrado iba a ser sobre una de las experiencias que más me había gustado. Hice un estudio sobre el gusto musical del venezolano y sobre esa mezcla de ideas y sabores Caribe, diseñé una política cultural que nos puede ayudar a impulsar la industria discográfica independiente, la música contemporánea venezolana, a disminuir la violencia y a aumentar los espacios de conciliación. Es un sueño plasmado en papel que cualquiera de nosotros quisiera ver materializado y para el que se necesita tiempo y recursos, pero nada más importante que las ganas.

Ya han pasado seis años desde que acepté la propuesta de Jorgita y todavía pertenezco a VayaAlTeatro.com como asesora de sus proyectos culturales. Sigo en la UCAB y soy tutora de una tesis por primera vez. Sigo escribiendo en Prodavinci porque me apasiona contar las historias de lo que nos sucede. Y sigo insistiendo en mis proyectos personales porque publicar mi libro de danza es el más grande proyecto de gestión que he emprendido y, al fin, verá luz este año. Por último, sigo puliendo mi política cultural para defenderla este viernes ante el jurado que me dirá que ya, por fin, soy magister.


No tengo resultados certeros de un proyecto de vida. Pero tengo a las dos mejores decisiones en un par de pergaminos: el periodismo, que denuncia lo que pasa, y la gestión cultural, que busca solucionar para que no nos pase más. Por eso, si estuviese estudiando sexto semestre, escogería de nuevo las dos carreras que hoy me definen.


1 comentario:

Carlos Enrique Guzmán Cárdenas dijo...

Excelente amiga. Que hermosas reflexiones. Excelente!!!!